Las tanquetas del Ejército colombiano vigilan que no haya atentados del Frente 48 de las FARC en el oleoducto que bordea la carretera principal. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
Las tres tanquetas son blindadas. Adentro están militares vestidos con camuflajes y cargan fusiles. Es el segundo puesto de resguardo que aparece antes de llegar a La Dorada, la primera ciudad colombiana que está luego de cruzar el puente internacional sobre el río San Miguel, que une a Ecuador y Colombia.
El miércoles 22 de abril, un poco después de las 10:00, este Diario ingresó a esa zona y llegó a La Hormiga y a Orito, otros poblados que están más adentro del Putumayo colombiano. Esta es una zona en donde opera el Frente 48 de las FARC y dos semanas después del ataque que dejó 11 soldados muertos y 20 heridos en el Cauca (suroriente de esa nación), los efectos también se sienten en este sector.
Veinte minutos después de recorrer una vía de hormigón se arriba a La Dorada, una pequeña ciudad de 3 000 habitantes en donde la guerrilla opera con gente que viste de civil y se moviliza en motocicletas. Allí, unos prefieren no hablar de las FARC y quienes se atreven apenas dicen que ya los identifican por sus rostros y porque usan el mismo tipo de ropa: botas negras de caucho con suela blanca o amarilla y camisa por fuera del pantalón.
“Ahora ya no bajan a la ciudad con prendas militares. Se quedan en las áreas rurales en donde están las plantaciones de hojas de coca”, cuenta Julián, un comerciante de 27 años que vive allí desde el 2002.
Otro comerciante de La Dorada dice que la violencia está fuerte más adentro, cerca de las montañas. El siguiente poblado es La Hormiga. Al avanzar por la carretera, aparecen más militares que cargan fusiles y luego de recorrer 30 kilómetros asoma este poblado en el que viven más de 5 000 personas que en su mayoría se dedica a las actividades petroleras; otros a la agricultura, la ganadería y al comercio.
Allí, los policías y militares están atrincherados y los exteriores de sus bases están cubiertos con sacos de arena por protección, pues no descartan que se registren nuevos ataques de la guerrilla. Los uniformados están en alerta luego de los atentados que se han dado en las últimas dos semanas. En el último que se reportó hace ocho días, los subversivos dispararon contra una misión médica a la altura de la localidad de Peñas Coloradas en el río San Miguel. En este hecho fue herido un soldado ecuatoriano.
La Policía tiene desplegados 12 000 efectivos solo en El Putumayo para dar seguridad en las zonas urbanas. En la parte rural se distribuyen los militares y en los ríos de la Amazonía colombiana opera la Marina. Un alto oficial colombiano habla con este Diario y cuenta que la tensión había bajado en la zona por las negociaciones de paz con las FARC, pero los últimos hechos violentos los tienen en alerta permanente.
En La Hormiga vive el caleño John Jairo desde hace nueve años. El comerciante deja de atender su pequeño centro de víveres y cuenta que la muerte de 11 soldados, en el Cauca, asustó a la gente de La Hormiga. La razón: temen que eso originen más hechos violentos, porque el Gobierno colombiano ordenó que se reactivaran los ataques armados, pese a que se desarrollan las negociaciones de paz en Cuba.
La mañana de ese miércoles estaba nublado y comenzaba a lloviznar en la carretera. Tras salir de La Hormiga, antes de llegar a Orito, otro grupo de militares colocó conos anaranjados en la vía y vigiló desde otras tanquetas del Ejército. Los comanda un sargento que pide que su nombre no sea publicado por seguridad. Su misión es proteger el oleoducto colombiano que bordea la carretera desde que se cruza la frontera con Ecuador.
Los uniformados recuerdan que en uno de los atentados de las FARC se destruyó un puente de concreto que conecta la Hormiga con Orito. Este se encuentra junto al tubo que transporta crudo y en la explosión se cuarteó la estructura y los hierros quedaron al aire. La obra está manchada de petróleo e inhabilitada. Datos oficiales revelan que el año pasado hubo más de 30 ataques al oleducto en la vía que conduce a Orito.
En uno estos, William, un agricultor de 33 años, perdió su vivienda en la vía que conduce a Orito. El hombre de tez trigueña recuerda que alcanzó a ver que llamas de fuego se levantaban sobre la carretera. Salió apresuradamente con su esposa e hijos y vio cómo se quemaba todo lo que tenía. Actualmente, él trabaja como peón en haciendas de Orito.
La Alcaldía en esa ciudad teme que se repitan más hechos de violencia como los que se registraron el año pasado cuando explotaron bombas. Por eso, los pobladores han organizado desde el 2014 tres marchas por la paz. En la última, que se realizó en febrero, se protestó por la muerte de un dirigente. En otro atentado se destruyó el edificio del Municipio y tras este incidente nadie resultó detenido; en otro hecho, en cambio, la guerrilla atacó a un negocio.
Cuatro horas de viaje separan Orito del puente fronterizo San Miguel que se cierra a las 18:00 por seguridad. Allí, los policías están en alerta porque se han dado ataques de las FARC. Hace dos meses, la guerrilla los atacó con cilindros de gas, gasolina, esquirlas de granada y ácido sulfúrico. Los agentes no permiten que la gente se quede en ese lugar por las noches.